Japón cuenta con fabulosas tradiciones musicales autóctonas, pero cuando las obras clásicas occidentales atravesaron sus fronteras a finales del siglo XIX, algunos de sus compositores comenzaron a combinar el lenguaje de la música local con el de las obras que llegaban de Europa. El más influyente fue Kosaku Yamada, que estudió en Berlín, fundó la Orquesta Filarmónica de Tokio e inspiró a una larga lista de brillantes herederos que ha llegado hasta la actualidad.