Sinfonía n.º 2 en re mayor

Op.  36

La Sinfonía n.º 2 de Beethoven es quizás la más enérgica y entusiasta de las nueve que compuso, pese a hacerlo en el que debió de ser el peor momento de su agitada vida. En 1801, el compositor había reconocido por primera vez que estaba perdiendo audición en una carta dirigida a sus más íntimos contactos. Al año siguiente, durante su estancia en un pueblo cercano a Viena, Beethoven escribió lo que parecía una nota de suicidio, una misiva a sus hermanos Kaspar Anton Karl y Nikolaus Johann conocida como el “Testamento de Heiligenstadt”. Aunque no llegó a enviarlo, el documento dejó al descubierto la desesperación que sufría por culpa de su sordera y la vida de aislamiento a la que se veía abocado. Al final llegaba a la convicción de que debía seguir componiendo y dedicándose a su arte pese a lo terrible de su situación. Paradójicamente, las obras que compuso en esta época muestran una cara bien distinta, ya que el brío, el vigor y los momentos reflexivos de esta Sinfonía n.º 2 no reflejan en absoluto la enorme depresión en la que estaba sumido. Tras una introducción lenta y sostenida, el incontenible “Allegro” exhibe un espíritu triunfal, lleno de grandilocuencia y contrastes dinámicos. Un “Larghetto” con aires de himno genera un oasis de calma antes del efervescente scherzo (término utilizado por primera vez en una sinfonía) y del fogoso tramo final, en el que un motivo de apertura aparentemente incompleto adelanta un “Allegro molto” de irresistible vitalidad.

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