- SELECCIÓN EDITORIAL
- 2018 · 4 piezas · 33 min
Sinfonía n.º 40 en sol menor
La motivación de Mozart al componer sus últimas tres sinfonías (39, 40 y 41) sigue siendo un misterio. Probablemente tuviera en mente una serie de conciertos públicos, pero no queda claro si estos se programaron o si su composición fue arbitraria. La segunda de las obras que escribió durante el glorioso verano de 1788 fue la Sinfonía no. 40 en sol menor, que terminó el 25 de julio, cuatro semanas después de la anterior. Mientras la 39 entra en calor emocional gradualmente, la 40 es extremadamente seria, marcada por la tonalidad de sol menor, asociada generalmente con un torbellino de sentimientos. El primer movimiento (“Molto allegro”) abre con una insistente figura repetitiva que proyecta tristeza y agitación a pesar de ser melodiosa. El largo y lento “Andante” es quizás el único movimiento que evita la escala de sol menor, pero no logra escapar de una cierta sensación de ansiedad. El “Menuetto” es tenso y áspero y sólo se relaja durante el “Trío”. El tradicional final alegre es reemplazado con uno de los momentos sinfónicos más aguerridos de Mozart (“Allegro assai”), cuyo desarrollo es presentado por un gesto orquestal de gran originalidad y dramatismo. Si consideramos que el lenguaje musical de Mozart era más complejo que el de sus contemporáneos, no sorprende que durante los años 1790 y 1800 esta sinfonía fuera considerada difícil de tocar y entender.