En una escena de su ópera La pasajera, Mieczysław Weinberg representa a un prisionero en Auschwitz tocando la “Chacona” de la Partita para violín solo n.º 2, BWV 1004 de Bach como un acto de desobediencia. La escena refleja un abrumador contraste entre la cultura y la barbarie. Weinberg, cuyos padres murieron a manos de los nazis, expresa esa misma resistencia y una furia insaciable, en sus tres sonatas para violín. La Sonata n.º 1 es una obra de gran poder emocional, desde su explosiva apertura de agresivos pizzicatos hasta el angustiado “Presto” final. La n.º 2 encadena episodios breves e intensos a los que Gidon Kremer da vida con una energía extraordinaria. Y la n.º 3 alterna entre tiernas reminiscencias familiares y una ira desenfrenada. Son obras esenciales que por fin podemos escuchar en versiones que les hacen justicia.