Quinteto para Piano n.º 2 en la mayor

B155, Op. 81

Como violista, la música de cámara fue una pasión constante en la vida de Dvořák. Sin embargo, su Quinteto para piano fue su obra más grandiosa y exuberante en ideas y emociones. Aunque no fue su primer intento de combinar un cuarteto de cuerdas con un piano, pues ya había escrito y archivado un intento anterior 15 años atrás, en el verano de 1887 decidió retomar el proyecto. Se retiró a su casa de campo en Vysoká, al suroeste de Praga, rodeado de la tranquilidad rural y de su familia, incluyendo sus queridas palomas mascotas, y comenzó la revisión. El resultado fue un Quinteto para piano completamente renovado en cuatro movimientos: melodías expansivas, iluminadas por destellos de los ritmos de las danzas bohemias, siempre presentes en la imaginación musical de Dvořák. El primer movimiento, “Allegro, ma non tanto”, comienza con un dueto solo de violonchelo y piano. A menudo, usa a sus cinco intérpretes en combinaciones más pequeñas e íntimas. El segundo movimiento es una “Dumka”, una danza popular eslava que lamenta y celebra por igual. El tercero es un “Furiant”, una danza checa saltarina con rápidos ritmos cruzados, aunque su sección central es idílica. Dvořák cierra la obra con un final alegre y precipitado titulado “Allegro”, aunque cualquier habitante de Vysoká reconocería el tema principal como una “Skočna”, música para deleitar la cabeza, el corazón y los pies por igual.

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