Maurice Ravel era un compositor meticuloso y, casi con certeza, descartó gran parte de su propia música por considerarla inferior a sus estándares. Así, aunque la mayor parte de su obra publicada es ampliamente apreciada, aún hay muchas piezas que siguen siendo poco conocidas o que han sido descubiertas recientemente. Su temprana y encantadoramente melódica Sonata para violín, compuesta en 1897, no se publicó hasta el centenario de su nacimiento en 1975. Y luego está su canción Noël des jouets, de 1905, con un texto propio que presenta una visión infantil del nacimiento, donde los personajes son juguetes y el niño Jesús está hecho de caramelo.
En contraste, su más áspera Sonata para violín y violonchelo (1922) posee una cierta rudeza que refleja su afinidad con modernistas como Stravinski y Bartók. No obstante, Ravel siempre mantuvo una profunda conexión con el estilo más delicado de su maestro, Fauré, a quien rindió homenaje ese mismo año con la conmovedora y sencilla pero evocadora Berceuse sur le nom de Gabriel Fauré para violín y piano.
Y eso sin mencionar el legendario talento de Ravel como arreglista y orquestador, no sólo de su propia obra (como la maravillosamente atmosférica Une barque sur l’océan), sino también de piezas de compositores a quienes admiraba, como Debussy y Chabrier. Sus orquestaciones de la temprana “Danse” de Debussy y del “Menuet pompeux” de Chabrier, ambas originalmente para piano, destacan por su carácter juguetón y su detallado uso del color instrumental. Quizás lo más inesperado sea el arreglo de Ravel, no para orquesta, sino para piano, de la ópera Margot la rouge de Delius. El “Duet” de esta obra revela una afinidad poco reconocida en la armonía y el perfil melódico entre el compositor francés y su colega inglés de mayor edad.