- SELECCIÓN EDITORIAL
- 1988 · 5 piezas · 1 h 20 min
Missa solemnis en re mayor
La misericordia de Dios y la redención de la especie humana ocupan un lugar central en la misa tridentina, el ritual que recuerda el sacrificio supremo de Jesucristo. Beethoven interpretó por primera vez el antiguo texto sagrado en 1807 y coronó su movimiento final con una música que sugiere que la oración de misericordia ha sido escuchada. Su Missa solemnis, una obra de proporciones monumentales creada entre 1819-1824, termina minando cualquier certeza consoladora de paz en la tierra con un estallido de trompetas marciales y arrojando dudas sobre la posibilidad de la salvación eterna. El solo peso sonoro de la composición, los repentinos contrastes dinámicos y las fugas rápidas exigen un esfuerzo físico extremo a sus intérpretes, especialmente al coro, como si Beethoven quisiera hacer publicidad de sus propias dolencias y del esfuerzo creativo necesario para dar vida a la obra. La sensación de lucha es más intensa en las partes de la misa asociadas convencionalmente con expresiones de alegría, magnificadas por el coro y la orquesta en el “Gloria” y la sobrecogedora fuga “Et vitam venturi saeculi” del “Credo”. Dada su escala, Missa solemnis se siente a veces como una comunión privada con Dios, una condición reflejada en la nota que Beethoven inscribió en la primera página de la partitura firmada de la obra: “Von Herzen–Möge es wieder–zu Herzen gehen!” (¡Desde el corazón, que vaya de nuevo al corazón!). El “Kyrie” inicial concluye con lo que parece una indignada petición de clemencia, mientras que el “Credo”, la afirmación fundamental de la creencia en la Santísima Trinidad, podría ser igualmente un himno a la humanidad. Sin embargo, hay momentos como el “Et incarnatus” y la luminosa puesta en escena de “Et homo factus est”, que transmiten una profunda reverencia por el Dios terrenal.
- 1990 · 5 piezas · 1 h 11 min