Sinfonía n.º 6 en la mayor

WAB106 · “Filosófica”

Aunque por años la Sinfonía no. 6 de Bruckner fue subestimada, es ciertamente su obra más enigmática. Para muchos oídos, su final en particular resulta curiosamente ambiguo, en absoluto la afirmación rotunda con la que cierran tantas sinfonías del artista. Esto puede ser un reflejo del estado de ánimo por el que pasaba el compositor al momento de concebirla. Tras el catastrófico y humillante estreno de su Tercera sinfonía en 1877 (la Cuarta y la Quinta permanecieron sin presentarse), Bruckner esperó dos años antes de comenzar a trabajar en la sexta. Abandonado y ridiculizado en Viena, la ciudad que lo adoptó, deprimido y solo por su continua incapacidad para encontrar esposa, Bruckner habría tenido buenas razones para dudar de lo que consideraba su “vocación”. Al principio, el primer movimiento parece intentar dar una nota más brillante, con un intenso ritmo danzante en lugar del misterioso trémolo de cuerda usual. Pero las sombras acometen con rapidez y el “Adagio” que sigue está colmado de desolación y aspiraciones frustradas, al menos hasta la coda, exquisitamente resignada. El “Scherzo” embrujado, lleno de estremecedores ecos de Mahler, desemboca en uno de los finales más desconcertantes de Bruckner. Es discutible que la fe religiosa del compositor se mantuviera hasta el final, pero los elementos subversivos e interrogantes se interponen casi hasta el último minuto. Sin embargo, si se escucha sin prejuicios, la Sinfonía no. 6 narra una historia conmovedora y contundente por derecho propio.

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