- SELECCIÓN EDITORIAL
- 2023 · 4 pistas · 18 min
Concierto para piano n.º 1 en mi bemol mayor
S. 124 · “Triangle”
El tercer ballet de Stravinski, una obra que todavía a día de hoy sacude con su incontenible fuerza visceral, provocó disturbios en su estreno de 1913. Representando supuestos ritos paganos en la Rusia prehistórica, La consagración de la primavera cuenta con una de las mayores orquestas de la historia del ballet, con una dotación cuádruple para las maderas y grandes secciones de metal y percusión, esta última con cinco timbales, crótalos y un güiro. El público de la primera noche mostró su indignación por las escandalosas disonancias de la música, especialmente angulosas en la audaz orquestación del compositor. El detonante de la revuelta, sin embargo, fue la coreografía de Vaslav Nijinsky. En lugar de seguir técnica habitual de hacer que el cuerpo pareciera grácil, ligero y aparentemente capaz de volar, una ilusión de la que Nijinsky fuera un maestro en sus años sobre el escenario, sus bailarines se movían con torpeza y brusquedad, con los pies hacia adentro y los codos pegados a los costados. Como recordaba Stravinski, cuando el telón se levantó para revelar “un grupo de lolitas patizambas y de largas trenzas que saltaban y brincaban, estalló la tormenta”. La trifulca se desató cuando el público de las localidades de a pie, situadas entre los palcos y la platea del público más afluente, salieron en defensa del ballet moderno. Casi nadie prestó atención a la música de Stravinski, que no fue apreciada adecuadamente por el público hasta su triunfal primera interpretación en concierto un año después, también bajo la batuta de Pierre Monteux.