Partita n.º 2 para violín en re menor
La recia “Allemanda”, la saltarina “Corrente”, la dolorosa “Sarabande” y la alegre “Giga”. Todo lo que cabría esperar de la Partita en re menor se ajusta de forma impecable a lo que encontramos en el desarrollo de la secuencia de danza de la Suite francesa. Pero lo que ocurre a continuación es tan inesperado como sobrecogedor: Bach corona su ya imponente edificio con un total de 64 variaciones, que van de lo íntimo a lo más exuberante y virtuoso, pasando por pasajes sutilmente reveladores. La “Ciaccona”, construida sobre un patrón armónico común y enunciada inicialmente con angustiosos acordes, se distribuye a lo largo de tres extensos párrafos en torno una consoladoramente beatífica sección central en re mayor in crescendo. En retrospectiva, es como si todo en la Partita estuviera construido para llegar a este movimiento. La “Sarabande” no solo adelanta aspectos de sus preocupaciones armónicas, también señala algunas de sus inquietudes melódicas. Y la “Giga”, en un 12/8 muy marcado, evita robarle el protagonismo a la “Ciaccona”, manteniéndose en una deliberada discreción. Hay pistas esparcidas por la obra, consagradas a ciertas referencias corales, que sugieren la existencia de un subtexto relacionado con la Pasión de Cristo. No es de extrañar que la “Ciaccona”, escrita tras el regreso de Bach de un viaje en el que descubrió que su esposa había muerto y ya estaba enterrada, se encuentre repleta de pensamientos sobre la muerte y la resurrección, por lo que también se podría interpretar como un homenaje cargado de dolor a su memoria. Sobre las Partitas y Sonatas para violín solo de Bach Aunque Bach era sin duda el mejor teclista de su época, comenzó su carrera como violinista. Prefería dirigir la orquesta de Köthen desde la sección de cuerda y, gracias a su amistad con músicos como Westhoff y Pisendel, conocía el instrumento a la perfección. Hasta qué punto era profunda esa comprensión puede deducirse de los Sei Solo para violín sin acompañamiento de bajo reunidos en un manuscrito fechado en 1720. Estas piezas, cumbres de la tradición violinística alemana, lanzan una mirada inquisitiva a la escuela italiana, y están formadas por tres Partitas que reconocen la soberanía de la danza de las Suites francesas y otras tres Sonatas que siguen la línea italiana, en alternancia de movimientos lentos y rápidos.