Gabriela Ortiz: Revolución diamantina

Este álbum vibrante, ganador del Latin GRAMMY 2025 a la Mejor composición clásica contemporánea, es testimonio de la sólida relación forjada entre la compositora mexicana Gabriela Ortiz y la Filarmónica de Los Ángeles. Esta se remonta a 2003, cuando el entonces director musical de la orquesta, Esa-Pekka Salonen, dirigió el estreno de su concierto de percusión, Altar de Piedra. Dos décadas después, la relación es más fuerte que nunca, como lo demuestra este magnífico lanzamiento de Ortiz, Revolución diamantina. Los colores viscerales y un ímpetu rítmico dinámico son fundamentales para la música de Ortiz, y una gran parte de lo que el público encuentra atractivo. Pero en la partitura de ballet de Revolución diamantina también hay un fuerte elemento de justicia social en juego. El título de la pieza hace referencia a una marcha que tuvo lugar en agosto de 2019 en la Ciudad de México, tras la presunta violación de una adolescente por parte de cuatro agentes de policía. Se arrojó brillantina rosa al Secretario de Seguridad local en señal de protesta. “El feminicidio es un problema importante en mi país”, dice Ortiz a Apple Music Classical. “En México y América Latina, todos los días un hombre mata a una mujer, y hay madres cuyas hijas han desaparecido o cuyos cuerpos son encontrados en el desierto. Cuando tuve la oportunidad de escribir un ballet, quise escribir algo realmente fuerte, e inmediatamente decidí usar voces en la composición”. Ocho voces de mujeres están entrelazadas en las texturas de Revolución diamantina, y parte de lo que cantan se basa en grabaciones realizadas en marchas de protesta de mujeres en México. “Son parte de la Orquesta, no solistas”, dice Ortiz. “Representan a todas las mujeres que están luchando contra estas injusticias”. Las combinaciones de sonido imaginativas también son una característica de Altar de cuerda, el concierto para Violín que abre el programa, interpretado aquí por la violinista Maria Dueñas, para quien fue escrito. Su movimiento central medita sobre las “capillas abiertas” construidas para que los pueblos indígenas las utilizaran en las iglesias mexicanas del siglo XVI. “Como metáfora, quería crear espacios abiertos para la orquesta, desde el registro más bajo hasta el más alto”, explica Ortiz. “Y necesitaba algo realmente misterioso y enigmático para eso, y el sonido de las copas se fundió en estos acordes que crecen muy lentamente”. El efervescente poema tonal Kauyumari, una pieza encargada para celebrar la salida de la pandemia, completa el álbum. Es un proyecto del que Ortiz está muy orgullosa, y elogia a la Filarmónica de Los Ángeles y al director Gustavo Dudamel por las extraordinarias cualidades que aportan al proyecto. “El drama y la energía de la actuación en vivo están ahí, es algo que nunca se puede obtener en una grabación de estudio”, dice. “Gustavo, ya sabes, puede leer mi mente, entiende todo sobre mi música. Y trabajar con los músicos de la Filarmónica de Los Ángeles es una de las cosas más increíbles que me han pasado en mi carrera”.