El prodigiosamente talentoso Alexandre Kantorow ofrece interpretaciones fascinantes de dos de las obras para piano más grandes e influyentes del siglo XIX. Se incluye la Sonata para piano No. 1 de Brahms, una obra temprana que, según Kantorow menciona en Apple Music Classical, representa "la visión idealista de lo que el piano podía hacer", tanto musical como técnicamente. El programa culmina con Wanderer-Fantasie en Do mayor de Schubert de 1822, una obra monumental de un sólo movimiento que, más de 30 años después, se convertiría en el modelo de la gran Sonata en Si menor de Liszt (compuesta el mismo año que la Sonata No. 1 de Brahms). Ambas obras colocan melodías en el centro de sus movimientos lentos, y una selección de los arreglos de Liszt de Lieder de Schubert ofrece un hermoso contraste y sirve como un puente entre estas monumentales sonatas.
"Brahms y Schubert aparecen aquí con su música más ambiciosa y exigente, quizá más grandiosa de lo necesario", comenta Kantorow a Apple Music Classical, "pero eso genera mucha emoción y grandes desafíos por superar". Compuesta en los inicios de la carrera de Brahms, su Sonata No. 1 fue una tarjeta de presentación temprana y demuestra cómo ya se aventuraba en estructuras ambiciosas que más tarde florecerían en sus incursiones en la música orquestal de gran formato. "Las tres sonatas para piano que escribió Brahms fueron, básicamente, sus sinfonías; la música imita cada instrumento de la orquesta", explica Kantorow.
Desde el primer compás, donde Brahms crea montañas de sonido con acordes amplios y saltos implacables, hasta el conmovedor "Andante", el rústico tercer movimiento y la potencia rítmica del final, Kantorow combina una precisión quirúrgica y una articulación impecable con un sentido natural del flujo musical. Todo esto se consigue con un toque de piano altamente sensible, un uso sutil del rubato y una cuidadosa gradación de las dinámicas.
Y Kantorow aporta esa claridad y amplia paleta de colores a cinco canciones de Schubert, todas arregladas por Liszt, incluyendo “Der Wanderer”, que sirvió como base para la fantasía para piano de Schubert. “Schubert presenta los mejores desafíos para Liszt”, comenta Kantorow. “Liszt estaba obsesionado con las canciones de tres minutos y con la capacidad del piano para imitar cualquier cosa. En las canciones de Schubert encuentras todo lo que le atrae a Liszt: lo fantástico, personificaciones de la muerte y un arroyo que parece hablar. Al mismo tiempo, las emociones son muy claras. Las formas pequeñas lo beneficiaron mucho”. Liszt crea paisajes sonoros extraordinariamente vívidos en cada pieza, como en "Am Meer (By the Sea)", oscura e inquietante, y que sirve de escaparate para la vertiginosa virtuosidad de Kantorow.
Al igual que la Sonata de Brahms, la obra Wanderer-Fantasie de Schubert, que tuvo una gran influencia en Franz Liszt, estalla desde su primer compás en la alegre tonalidad de do mayor. Sin embargo, a diferencia de Brahms, Schubert construye su estructura no a partir de movimientos separados, sino mediante ideas melódicas y rítmicas. "Existe una unión orgánica entre los movimientos que no están musicalmente separados", explica Kantorow. "Todos están conectados por los mismos ritmos que dan impulso a Wanderer-Fantasie", llamada así por Liszt debido al uso del tema de “Der Wanderer” en el “Adagio”. A lo largo de la pieza, Schubert nos guía por un recorrido de tonalidades, variaciones y transformaciones, pero, según Kantorow, "siempre se tiene la sensación de que sólo hay unas pocas notas al inicio que son las raíces de toda la pieza".
La Sonata presenta enormes desafíos técnicos. Incluso Kantorow confiesa que hay “muchos pasajes muy difíciles y poco pianísticos. Schubert no creía que nadie pudiera interpretarla; él mismo no podía tocarla. Probablemente sea una de esas obras que encajaban a la perfección en su mente, pero que nunca podrían ser llevadas al mundo físico”.
Y, sin embargo, dentro de esta partitura aparentemente imposible, hay una música de un equilibrio tan delicado en la que Schubert juega constantemente con nuestras expectativas, pasando sin esfuerzo de la oscuridad a la luz y viceversa. “Al interpretar Wanderer-Fantasie resulta muy difícil mantenerse en control porque hay una avalancha de adrenalina y un movimiento constante de avance y expansión. Schubert escribe matices realmente complejos. Desde el inicio pide un doble forte, y hay tanto escrito con dinámicas fuertes que resulta fácil dejarse llevar”.