

Mahler: Symphony No. 2 in C Minor "Resurrection" (Live)
“Me quedé atónito”, cuenta Kahchun Wong, director principal de la Hallé a Apple Music Classical sobre su primer encuentro con la Sinfonía “Resurrección” de Mahler. “Se sentía a la vez ajena y familiar. Ajena, porque crecí en Singapur rodeado de tradiciones folclóricas chinas, malayas e indias, mundos que contrastan con la Viena de finales del Romanticismo. Sin embargo, era familiar en su esencia humana”. Wong considera la obra como uno de los grandes pináculos del repertorio clásico: “Para mí, ‘Resurrección’ está a la altura de la Novena de Beethoven y el ciclo de El anillo del nibelungo de Wagner. Después de esta obra, la sinfonía nunca volvió a ser la misma. No es más un portador formal y se convierte en una odisea interior: un viaje a través de la vida, la muerte y la trascendencia. Su importancia radica en la forma en que Mahler expande, enriquece y humaniza la forma misma de la sinfonía”. Al dirigir y grabar esta poderosa sinfonía con la Hallé, la legendaria orquesta de Mánchester, Wong estuvo muy consciente de su larga historia con la música de Mahler. “La tradición de Mahler en la Hallé es profunda, y está especialmente asociada a Sir John Barbirolli, seguida de un largo y distinguido linaje de intérpretes que han dado forma al sonido y al vocabulario emocional de la orquesta. Esa historia es muy importante para mí, y la abordé con reverencia y curiosidad. Cuando empezamos los ensayos de ‘Resurrección’ de Mahler, se sintió menos como asumir un legado que como entrar en una conversación viva”. Entre las cualidades sobresalientes de la Hallé, Wong cita “la calidez teutónica de las cuerdas, los metales y los vientos pulidos, una sección de percusión que respira, junto con la disciplina y la nobleza del fraseo que impregna a toda la orquesta. Estos músicos llevan el ADN del sonido de Barbirolli, el sonido de [Mark] Elder: esa sensación de dignidad interior y moderación. Mi tarea consistía en abrir ese mundo sonoro un poco más hacia la trascendencia y el asombro, sin perder su humanidad”. Wong recuerda que el trabajo con los músicos de la Hallé fue verdaderamente colaborativo. “Conocen a Mahler profundamente, pero abordaron cada ensayo con apertura y curiosidad. Eso es algo raro y precioso en una orquesta con una tradición tan arraigada. Al final, creo que nuestra ‘Resurrección’ no se trataba de construir algo nuevo sobre un legado, sino de redescubrir las razones mismas por las que existe ese legado: ese sentido de propósito, de humanidad compartida”. Wong también tenía su propia perspectiva, partiendo de su bagaje cultural. “En Singapur y el sudeste asiático”, explica, “las ideas de la vida y la muerte se ven como cíclicas, más que lineales. En muchas tradiciones asiáticas, la muerte no es un final definitivo, sino una transformación de la energía, un retorno a la naturaleza. Esa visión del mundo siempre ha influido en cómo escucho la ‘Resurrección’ de Mahler. La marcha fúnebre del primer movimiento no es sólo tragedia; es parte de un continuo mayor, un proceso elemental de renovación”. Y luego tuvo una valiosa revelación de un amigo diagnosticado con una enfermedad neurodegenerativa: “Recuerdo haber tenido una conversación con él sobre lo que significaría para él la resurrección. Tras un largo silencio, dijo en voz baja: ‘No se trata de ascender al cielo, sino de aprender a vivir de nuevo’. Esa frase se me quedó grabada”. Esto le dio a Wong una perspectiva particular sobre la “Resurrección” de Mahler: “Para mí, los grandes corales tendrían que sonar menos triunfales y más compasivos. Los trémolos de las cuerdas se convirtieron en respiración. La arquitectura emocional de la música tiene que desarrollarse sin exageraciones, para permitir que quien la escucha sienta la transformación de forma orgánica”. Mahler era notoriamente meticuloso en las indicaciones de sus partituras, sin embargo, Wong reconoce que “el significado más profundo reside más allá de lo que está escrito. La partitura puede decirte cuánto tiempo esperar, pero no por qué hacerlo”. En su búsqueda del porqué, Wong realizó una actividad que Mahler habría aprobado: “Doy largos paseos, a veces por la costa de Shonan en Japón, a veces por el Peak District. Escucho el viento, el ritmo de los pasos, el sonido del mundo respirando. En esos momentos, la pieza empieza a hablar de forma diferente: menos de perfección, más de propósito”. “Y al estudiar los rollos de piano de Mahler, no encontré exactitud mecánica, sino humanidad. Su rubato no era indulgente, estaba vivo, casi como si estuviera lleno de imperfección. Trataba el tiempo como algo flexible, que respira. Me di cuenta de que dirigir a Mahler es dejar que el tiempo fluya a través de ti, no controlarlo”. Para Wong, el momento clave de la Sinfonía llega en el quinto y último movimiento. “El silencio antes de que el coro entre en el último movimiento. Esa quietud, justo después de la última gran tormenta de sonido, se siente como la respiración entre la vida y lo que viene después. Es una respiración suspendida entre el cataclismo y la renovación. Un mundo entre mundos, moldeado por las lejanas fanfarrias de los heraldos y los cantos de los pájaros de medianoche, antes de que el coro comience su suave y brillante ‘Aufersteh’n’”. “No es el triunfo lo que más me conmueve, sino la suspensión, el momento en que la orquesta lo ha dado todo, y el mundo contiene la respiración. En esa pausa, ocurre algo sagrado. Sientes que el aire cambia. Sientes que cada corazón en la sala se alinea, esperando lo que aún no se conoce”. “Cuando el coro finalmente entra, ‘Aufersteh’n, ja aufersteh’n wirst du’, no es victoria; es reconocimiento. Como si toda la lucha humana, toda la búsqueda y la duda, se encontraran con una silenciosa aceptación. Eso es la resurrección: no una fanfarria, sino un retorno a la quietud, a la luz”.
7 de noviembre de 2025 5 piezas, 1 hora 25 minutos ℗ 2025 Hallé Concerts Society
SELLO DISCOGRÁFICO
Halle Concerts SocietyProducción
- Kahchun WongNotas de álbum