Sinfonía n.º 7 en mi mayor

WAB107 · “Lírica”

Bruckner señaló que la apertura de la Séptima sinfonía (1881-1883) se le ocurrió en un sueño. Es fácil creerlo, porque esta melodía asciende hacia el cielo y finalmente se desvanece, dejando sombras a su paso. El largo primer movimiento aspira a recuperar esa visión y al final la paciencia se ve recompensada con una coda radiantemente afirmativa. Por un lado, es una conmovedora expresión de la intensa fe católica romana de Bruckner, pero la música también exhala su amor por su Austria natal, sus bosques, acogedores pueblos y magníficos monasterios, siempre con la lejana perspectiva de los imponentes Alpes. El dolor se expresa y se resuelve de forma conmovedora en el glorioso adagio, que termina con un espléndido homenaje a Wagner, el héroe de Bruckner (con las llamadas “tubas Wagner”), quien murió el año en que se terminó la sinfonía. La música de danzas de la campiña que Bruckner conocía íntimamente impregna el emocionante scherzo. La sinfonía concluye con el más ligero de los finales y sus compases reafirman la promesa visionaria original de esta obra. Aquí se expresan muchas emociones, pero al final prevalece la alegría.

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