Concierto para violín en sol menor

RV315, Op. 8/2 · “Verano de las cuatro estaciones”

“Bajo la dura estación iluminada por el sol, languidece el hombre, languidece el rebaño y arde el pino”, nos dice el soneto que acompaña al primer movimiento de “Verano”,  el segundo de los conciertos para violín que componen Las cuatro estaciones de Vivaldi (1725). El paisaje creado por la música se agita en la segunda sección por los cantos de pájaros. El soneto que lo acompaña menciona una tórtola y un pinzón, pero lo que escuchamos es un cuco cantando perezosamente entre los violines. Una ráfaga de viento temblorosa cobra impulso en las cuerdas superiores. Por un momento todo parece haber pasado, sólo para regresar con toda su fuerza y llevar el movimiento a su emocionante final. En el adagio central, un pastor teme la tormenta que se avecina, su ansiedad se mezcla con la nerviosa melodía solista, superponiendo capas de disonancia sobre disonancia. Las cuerdas a su alrededor revolotean y parlotean en un agrio zumbido de insecto: los mosquitos y las moscas del soneto que lo acompaña. Aunque son barridas brutalmente por el presto final, cuando la tormenta tan esperada finalmente llega. “Los cielos gruñen y caen enormes granizos”, nos dice el poema. Incluso sin esta guía narrativa somos capaces de sentir toda esta naturaleza en la obra gracias a la genialidad de Vivaldi. El virtuosismo aquí es emocionante, la orquesta convoca al público a una poderosa danza de la que no hay escapatoria. En su día todos estos retratos sonoros, de eminente impacto visual, fueron tratados con cierto desdén como simples trucos y tardaron más de 200 años en encontrar su lugar en el repertorio habitual de conciertos.

Obras relacionadas

Elige un país o región

Africa, Oriente Medio e India

Asia-Pacífico

Europa

Latinoamérica y el Caribe

Estados Unidos y Canadá