Sonata para piano n.º 32 en do menor

Op. 111

La última sonata para piano de Beethoven fue completada en enero de 1822, antes de que concentrara su energía creativa en los cuartetos de cuerdas. El primer movimiento es en do menor, la misma tonalidad de su turbulenta Quinta sinfonía y la Sonata “pathétique”. La agitada marcha de la música se debe a los acordes disonantes de séptimas disminuidas, texturas similares a una fuga y los murmullos del bajo; elementos que son suavizados por el segundo tema en la bemol mayor. El final del movimiento se dulcifica con la escala de do mayor, preparándose para una extraordinaria “Arietta”. Como sucede en el opus 109, el peso de la sonata se concentra en el final, que en ambos casos son un conjunto de variaciones parecidos a un himno donde el tiempo parece congelado. Contrariamente al opus 109, aquí aparecen solamente dos movimientos, muchas veces percibidos como una expresión de la dualidad entre lo real y lo místico; en palabras del gran pianista Edwin Fischer, “el aquí y el más allá”. Este simple tema pasa por una serie de evoluciones rítmicas que hacen cambiar el carácter pero no el tempo e incluye un anticipo sorprendente de boogie-woogie. Culmina en una serie de trinos mientras la música se expande en ambas direcciones del teclado causando el efecto de un ascenso al cielo. Sus editores le preguntaron a Beethoven si había olvidado incluir un tercer movimiento y su respuesta fue que no había tenido tiempo de componer uno. Probablemente haya sido una respuesta tonta a una pregunta tonta. Quizás era razonable esperar el patrón de una sonata convencional, pero es difícil imaginar qué podría haber complementado a un viaje tan profundamente espiritual.

Elige un país o región

Africa, Oriente Medio e India

Asia-Pacífico

Europa

Latinoamérica y el Caribe

Estados Unidos y Canadá