Concierto para piano n.º 23 en la mayor

K. 488, KV488

Los conciertos para piano de Mozart no sólo nos regalan un vistazo fascinante a su mundo creativo, sino también sus habilidades sobresalientes como virtuoso del teclado. Al fin y al cabo, estas piezas fueron diseñadas para ser interpretadas por sus manos. El talento de Mozart como pianista era tan prodigioso que empezó a realizar giras a los seis años, maravillando al público con su capacidad de improvisar libremente sobre cualquier tema y de tocar las piezas más complejas con una tela negra que cubría sus manos. En 1786, cuando compuso su Concierto para piano no. 23 en la mayor, K.488, Mozart era ya el pianista más famoso de Austria. Pero para contentar al público vienés, que era notoriamente caprichoso, sabía que era necesario componer una obra irresistible. Como era su costumbre, Mozart prefirió dejar de lado las emociones fáciles y omitió las trompetas y la percusión. En cambio se enfocó en expresar un radiante encantamiento de melodías. Además de la tradicional orquesta de cuerdas, los únicos instrumentos presentes son una flauta travesera y un par de clarinetes, fagotes y trompas. Cabe destacar que el Concierto no. 23 fue parte de un selecto grupo de cinco conciertos que Mozart guardó “para mí mismo y para un estrecho círculo de amantes de la música y conocedores”. El glorioso “Adagio” central es la única pieza que compuso en la conmovedora clave de fa sostenido menor.

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