Sinfonía n.º 4 en sol mayor

“Ode to Heavenly Joy”

A primera vista, la Cuarta sinfonía de Mahler (1899-1900) es la más modesta y tranquila de todas. Suele durar menos de una hora y está escrita para una orquesta relativamente pequeña. La canción que conforma el final (originalmente de la colección Des Knaben Wunderhorn) es una representación dulce e ingenua de la idea infantil del cielo. Por otro lado, el neoclasicismo inocente del primer movimiento y la danza nocturna del scherzo (con un solo de violín afinado de manera inusual) parecen confirmar que esta obra es una representación conmovedora de la infancia, o al menos como a la mayoría nos gustaría recordarla. Eso parece haber sido lo que Mahler tenía en mente cuando comenzó a trabajar en ella, pero al parecer la música tenía otras ideas. El idílico escenario pastoril, confesó, se fue convirtiendo en un bosque de “misterios y horrores”. Los elementos de pesadilla son escasos, pero ciertamente hay sombras. Hay un eco previo de la lúgubre “Marcha fúnebre” de la Quinta sinfonía en el primer movimiento, destellos de auténtica alarma en el scherzo, tristeza elegíaca en el adagio (“Ruhevoll”) del tercer movimiento e indicios al final de la canción de que no todo está bien en el cielo del niño cantante. En cualquier caso, sea cual sea su lectura y su significado, la sinfonía es soberbia y conmovedora.

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