- SELECCIÓN EDITORIAL
- 2010 · 52 piezas · 2 h 19 min
Romeo and Juliet
En gran parte gracias a Romeo y Julieta de Prokofiev, hoy damos por sentado el concepto de un ballet narrativo de larga duración en el que cada danza y acción hace avanzar la historia. Sin embargo, la idea de traducir un drama tan literario como la obra de Shakespeare a la danza era entonces completamente audaz e inédita. Y difícilmente podría haber ocurrido sin el historial previo de Prokofiev, que incluía escribir tanto óperas y sinfonías de larga duración como ballets (aunque de menor extensión) para el teatro con los Ballets Rusos. Dada la poderosa calidad de varias de esas obras anteriores, incluido su ballet El bufón así como su Sinfonía no. 2 y no. 3, no fue una sorpresa que Prokofiev aportara su poderío compositivo casi abrumador. Pero su nueva veta lírica, revelada por primera vez en El hijo pródigo (1929), se materializaba con su interpretación de la pasión de los jóvenes amantes. Prokofiev también usa el color instrumental para reflejar el escenario italiano de la historia, de manera obvia con las mandolinas, pero también escribiendo para metales en un estilo que evoca la tradición de las bandas italianas. Como ejemplo más impresionante está el dolor catártico que acompaña a la “Muerte de Teobaldo”. Aunque se compuso originalmente en 1936 con un final “feliz”, Prokofiev descartó esta traición al espíritu de Shakespeare casi tan pronto como la producción original se puso en marcha. Cuando comenzaron las conversaciones en 1938 para su primera y, finalmente, exitosa puesta en escena en Leningrado, él ya se había encargado de crear el famoso final trágico, a tiempo para su primera puesta en escena en Brno ese mismo año.