- SELECCIÓN EDITORIAL
- 2020 · 3 piezas · 47 min
Concierto para violín en si menor
Op. 61
El Concierto para violín de Elgar se compuso en 1909-1910 luego del éxito de su primera sinfonía. Incluso antes de haberla terminado, en 1905 el gran violinista Fritz Kreisler había proclamado al británico “el más grande compositor vivo”, manifestando públicamente su deseo de que “escribiera algo para el violín”. Sin duda, el triunfo de la Sinfonía no. 1 dio a Elgar el valor suficiente para componer un concierto distante de lo convencional y que expresaba su mundo más íntimo. Dedicada a Kreisler, su partitura incluye también una cita en español: “Aquí está encerrada el alma de…”. Mucho se ha especulado sobre quién es el alma que inspiró la pieza y parece probable que, por su tono tierno, se trate de una mujer querida por el autor, aunque no necesariamente su esposa (ella lo sabía y se mantenía aparentemente tolerante). Sin ningún preámbulo, la orquesta presenta un tema principal, en el cual el solista, tras un largo párrafo instrumental, aparenta entregar una supuesta respuesta final. Sin embargo, como si el compositor no fuera capaz de contenerse, el concierto prosigue a ratos en un tono reflexivo. Y con su movimiento lento (andante) se vuelve particularmente confesional y tiernamente expresivo. El final comienza en un estilo fugaz que recuerda a otra gran obra del Romanticismo tardío escrita en memoria de una musa amada, el Concierto para violonchelo de Dvořák. Como en la creación de Dvořák, el final de Elgar contiene reminiscencias de los movimientos anteriores y, hacia su cierre, el solista interpreta un soliloquio acompañado sutilmente por la orquesta.