Cuarteto de cuerdas n.º 14 en do sostenido menor

Op. 131

Cuando compuso su Cuarteto de cuerda, op. 131 (1825-1826) Beethoven estaba casi completamente sordo. Su fe en la democracia había sufrido un duro golpe tras la derrota final de Napoleón y la restauración de los antiguos poderes en 1815. Además, parece que había perdido la esperanza de encontrar esposa. Sin embargo, de esta dolorosa soledad surgieron las que se consideran sus mejores obras. Este cuarteto es quizá su logro supremo en la forma que tanto hizo suya. En siete movimientos enlazados, algunos sustanciales, otros fugaces y enigmáticos, nos lleva a través de una amplia gama de emociones, a menudo en los extremos de la intensidad. Comienza con una fuga lenta, desesperadamente triste, que roza la resignación. Sin embargo, de ella surge un scherzo extravagante, que conduce a su vez a una secuencia de variaciones lentas que se elevan a una cima enrarecida de doloroso éxtasis. Esto se desvanece en puro dolor en un diminuto adagio. A continuación, un enérgico allegro que se esfuerza por dar sentido a todo, terminando con un gesto desafiante y extrañamente ambiguo.

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