- SELECCIÓN EDITORIAL
- 1995 · 3 piezas · 31 min
Concierto para piano n.º 1 en si bemol menor
Op. 23, TH55
En 1874, a la edad de 34 años, Tchaikovsky inició su primera obra para piano y orquesta. Al no ser un pianista virtuoso pretendía que Nikolai Rubinstein, director del Conservatorio de Moscú, la interpretara por primera vez. Sin embargo, Rubinstein se mostró muy crítico por lo que, en 1875, el estreno estuvo a cargo de Hans von Bülow, en Boston. Fue un gran éxito, como lo fue la premiere en Moscú, ejecutada por Sergei Taneyev, de 19 años, bajo la dirección de Rubinstein (quien ya se había convencido de los méritos de la obra). A pesar de esto, Tchaikovsky aceptó los consejos de los pianistas Edward Dannreuther y Alexander Siloti y reestructuró gran parte de los solos en dos revisiones (1879 y 1888). La versión final es la que se interpreta habitualmente. Los imponentes acordes del piano al entrar en escena se concibieron como arpegios más suaves para agregar color y los tres movimientos parten de canciones populares: ucranianas en los movimientos exteriores, francesas en el andantino central y la fusión de ambas en un carácter melódico. El concierto fue considerado un caballo de batalla del virtuosismo debido a su magnífica apertura que presagia música irresistible. El movimiento central combina la ternura de una canción de cuna y la delicadeza de un scherzo, mientras que el exigente final concluye de manera emocionante. Esta obra sigue siendo una de las más populares de Tchaikovsky por su virtuosismo, colorido orquestal y generosidad melódica.