Adagio en sol menor

Mi 26

Albinoni es el único de los grandes compositores que debe toda su popularidad a una pieza que ni siquiera compuso: su hechizante Adagio para cuerdas y órgano. Durante el siglo XX surgieron una serie de bromas musicales que pretendían ser redescubrimientos de piezas barrocas y clásicas perdidas, entre ellas el Concierto para violín “Adélaïde” de Mozart, que llegó a ser incluido en el catálogo oficial de Köchel y grabado por Yehudi Menuhin, antes de que el violinista y compositor francés Marius Casadesus admitiera su engaño en 1977. El Adagio de Albinoni apareció a finales de la década de 1950 cuando el musicólogo Remo Giazotto, que había estado investigando la vida del compositor, afirmó que se basaba en un fragmento del movimiento lento de una sonata que obtuvo de la Colección de la Biblioteca Estatal de Dresde. Sin embargo, la institución no tiene constancia de su existencia. Giazotto nunca presentó el fragmento y tras su muerte en 1998 no se encontró nada entre sus archivos. Como resultado, el Adagio se considera hoy en día una obra inventada por Giazotto.

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