- SELECCIÓN EDITORIAL
- 1989 · 4 piezas · 1 h 22 min
Sinfonía n.º 8 en do menor
WAB108 · “Apocalíptica”
Después del estreno triunfal de su Séptima Sinfonía en 1884 (tras años de abandono), Bruckner comenzó un proceso de introspección personal para intentar confrontar sus propios demonios. El tema de apertura nerviosamente exploratorio de la Octava dista mucho de la serena visión inicial de la Séptima, y a partir de esto se desarrolla un cautivador primer movimiento que termina con una inconfundible y escalofriante invocación de la mortalidad, que se desvanece como un latido moribundo sobre el final. Sigue un scherzo elemental y emocionante, con un trío central que recuerda el mundo solitario y problemático de algunos de los lieder de Schubert, que Bruckner adoraba. Luego viene un adagio largo e inusualmente personal, a veces exquisitamente hermoso, pero también lleno de anhelos insatisfechos. Después de mucho buscar, llega a un clímax deslumbrante y lleno de luz, aunque termina en algo más cercano a la resignación. El gran final es una especie de campo de batalla espiritual, pero aquí en particular se necesita paciencia. A pesar de todos los escuadrones y pelotones de caballería, el esfuerzo a menudo parece quedar en nada, y un recuerdo aterrador del primer movimiento parece detener todo en seco. Entonces surge una magnífica coda que va ascendiendo constantemente, culminando en una gloriosa fusión de los temas de los cuatro movimientos, bajo la cual Bruckner escribió la palabra “¡Aleluya!”. De alguna manera, esta extraordinaria sinfonía ha encontrado significado incluso en la oscuridad y casi en la desesperación. Como afirmación de la fe religiosa de Bruckner, no tiene paralelo.