- SELECCIÓN EDITORIAL
- 2019 · 43 piezas · 1 h 28 min
Orfeo ed Euridice
La ópera de Gluck, Orfeo y Eurídice, cuenta la más célebre de todas las historias del género al presentar un personaje central (Orfeo) que resume el poder de la música. Esta obra posee una noble sencillez que refleja la intención del compositor de reformar las prácticas escénicas de principios del siglo XVIII, orientadas a la exhibición, para convertirlas en algo más directo, sin (como él decía) “interrumpir la acción ni sofocarla con ornamentos inútiles”. En 1762 se estrenó en italiano en Viena y consta de tres actos basados en el mito griego clásico de Orfeo, quien, de luto por la muerte de su esposa Eurídice, utiliza la música para llegar al inframundo a rescatarla. Los dioses se lo permiten, siempre y cuando pueda sacarla de ahí sin mirar atrás. Ante su fracaso, ella vuelve a morir. Pero, conmovidos por su desdicha, los dioses ceden y la devuelven a la vida. Originalmente interpretado por un castrato, el personaje principal se adaptó a tenor alto cuando la obra se reescribió en francés para una producción parisina de 1774. En las producciones modernas, suele cantarlo una mezzo como “papel con calzones”, o un contratenor. Los mejores momentos vocales incluyen el lamento del acto III de Orfeo, “Che farò senza Euridice”, un clásico en su género y el número por el que se suele juzgar a la estrella (él o ella). Otro lamento en el acto I, “Chiamo il mio ben così”, y el exquisito “Che puro ciel” del acto II completan la prueba.