- SELECCIÓN EDITORIAL
- 2024 · 4 piezas · 40 min
Sinfonía n.º 7 en la mayor
Beethoven compuso su Sinfonía no. 7 durante los años 1811-1812, luego de hospedarse en un célebre spa que restauró su salud y, con ella, la voluntad de vivir y crear. La música de Beethoven no siempre refleja su estado de ánimo en el momento de escribirla, pero aquí expresa el sentimiento de un retorno a la vida. El dinamismo rítmico había sido siempre importante para el alemán, pero en la sinfonía que Wagner llamó “la apoteosis del baile” es un ingrediente clave para la vitalidad de los sonidos y un elemento importante de organización. Muchos de sus temas surgen del patrón melódico que escuchamos al principio. Luego de un comienzo lento y singular, el primer movimiento es como un ballet elemental que estalla en llamas durante su jubilosa conclusión. Aunque no todo es luz y alegría. El famoso segundo movimiento, “Allegretto”, es profundamente atmosférico, una sombría procesión en la que el ritmo básico sigue presente. Le sigue un scherzo rapidísimo con un trío que parece un himno y el final baila al ritmo constructor repetido una y otra vez en toda la orquesta hasta alcanzar un estado de frenesí. La sinfonía fue recibida con tanto entusiasmo en su estreno, que la orquesta tocó el “Allegretto” una segunda vez. Claramente causó una fuerte impresión en Schubert, joven contemporáneo vienés de Beethoven, que más tarde emularía el andar constante de la obra en su propia música.