- SELECCIÓN EDITORIAL
- 2008 · 4 pistas · 41 min
Sinfonía n.º 9 en mi menor
B 178, Op. 95 · “Del nuevo mundo”
La Sinfonía n.° 9 en mi menor de Dvořák, su carta de amor a Estados Unidos, es una de las obras más universales de la música clásica, aunque su génesis no es fácil de descifrar. Fue la primera partitura que el compositor terminó en Nueva York, donde trabajó durante tres años como director del Conservatorio Nacional de Música. Poco antes de que la Filarmónica de Nueva York la estrenara en el Carnegie Hall el 16 de diciembre de 1893, añadió del Nuevo Mundo al título. La influencia de la cultura estadounidense en su obra es todavía objeto de debate y apunta a las numerosas capas de su música. El segundo tema del primer movimiento, por ejemplo, tiene claras similitudes con el espiritual “Swing Low, Sweet Chariot”, quizás como reflejo de la influencia de Harry T. Burleigh, el compositor y cantante afroamericano que conoció en el conservatorio. Las conexiones con la música nativa americana son más esquivas. Dvořák explicó en alguna ocasión que los dos movimientos centrales están basados en el poema de Longfellow La canción de Hiawatha. El largo representa a Hiawatha en la tumba de Minnehaha, mientras que el “Scherzo” nació “de la escena en la fiesta en Hiawatha donde bailan los indios”. En todo caso, es posible que escuchase a músicos nativos americanos tocar cuando el espectáculo de Buffalo Bill llegó a Nueva York en la primavera de 1893 con un grupo de siux oglala. El cuarto movimiento recapitula temas de los anteriores movimientos y remarca el acento checo que recorre toda la sinfonía.