Kunst der Fuge
Resulta paradójico que la minuciosa, estimulante y emotiva exploración de Bach de las posibilidades de la fuga plantee más preguntas que respuestas. ¿Qué instrumentación tenía en mente el compositor cuando escribió la partitura en formato abierto y sin indicación alguna? ¿Es música para los ojos o para el oído? ¿Y qué decir del magnífico e inacabado “Contrapunctus XVIII”, que casi corona su arquitectura contrapuntística con el motivo BACH? Recordemos que, en alemán, B equivale al si bemol y H al si natural. En la publicación póstuma de 1751, la fuga termina de forma abrupta y aparece un preludio coral para órgano, supuestamente dictado por Bach desde su lecho de muerte. ¿Pero fue concebido el “Contrapunctus XVIII” como parte de BWV 1080? Los expertos señalan que El arte de la fuga no es exactamente el canto del cisne que se pensaba, ya que existe copia de una primera versión finalizada unos cinco años antes de la muerte del compositor y es probable que el proyecto comenzara a gestarse a finales de la década de 1730. El tema de cuatro compases que abre el “Contrapunctus I”, elocuente en su sencillez, funciona como catalizador de todo lo siguiente. Bach, al estilo de Paul Klee, dibuja una línea que avanza, retrocede, se da la vuelta y se combina con un nuevo tema para crear una doble fuga que se acelera o ralentiza en diálogo consigo misma. BWV 1080 es, en definitiva, un ensayo de ingenio contrapuntístico, artesanía compositiva y renovación espiritual que no solo pone al descubierto la erudición enciclopédica y la ambición de Bach, sino que también irradia sensibilidad, dramatismo, majestuosidad y contención contemplativa.