Con sus brumosos colores armónicos y su expresiva intensidad, los cuartetos de cuerda de Debussy y Ravel son monumentos del impresionismo de los que el Jerusalem Quartet ofrece versiones detalladas y dramáticas. La apertura fragante de estas piezas tempranas de Debussy forma cascadas melódicas, mientras que el Andantino asciende y desciende en bellos arcos. El cuarteto de Ravel, otra obra de juventud, es igualmente audaz. La reposada apertura desemboca en un clímax de pasión casi abrumadora, mientras que los pizzicatos del segundo movimiento se suceden con eléctrica urgencia.