- SELECCIÓN EDITORIAL
- 2019 · 4 piezas · 44 min
Sinfonía n.º 6 en si menor
Las reacciones a la Sinfonía n.º 6 de Tchaikovsky suelen estar teñidas por el hecho de que murió sólo nueve días después de dirigir el estreno de la obra en 1893, así como por las sospechas de que su muerte fue autoinfligida, como consecuencia de su homosexualidad oculta. Sin embargo, aunque el propio Tchaikovsky reconoció que se trataba de una pieza muy personal (“Patética”, su título, sugiere un fuerte elemento emocional), hay pocas o ninguna prueba de que pensara en ella como una nota de suicidio o una despedida de la composición. La sinfonía es atormentada por insinuaciones de mortalidad, desde el fulgurante solo de fagot del principio hasta el tenue debilitamiento del pulso vital en su cierre. La inestabilidad existencial acecha a la música. El estridente estallido de ansiedad contenida en el movimiento de apertura es un ejemplo. El segundo movimiento, enmascarado como si fuera un vals, es rítmicamente entrecortado y titubea con incertidumbre. El tercer movimiento, superficialmente animado y dinámico, alberga una inestabilidad palpable. El lento final es de una belleza devastadora, aunque la sensación de pérdida y fugacidad está omnipresente. Tchaikovsky desconfiaba de las explicaciones autobiográficas de su música, pero sabía que esta pieza era algo especial. “Me encanta”, comentó, “como nunca he amado a ninguno de mis otros vástagos musicales”.